A lo largo de la historia, las más importantes religiones nos han presentado una visión de la vida espiritual muy poco definida, injusta y hasta despiadada, ofreciendo el cielo a cambio de bulas, oraciones pagadas y/o rituales, mientras se relegaba a los pobres ignorantes del mundo a un infierno más inmerecido aún.

Pero en el mensaje inicial de casi todas, de origen profético y divino, ya fuera en oriente o en occidente, el amor y la renovación interior eran su esencia fundamental, que el toque humano pronto desvirtuó. La infantilidad del cielo y el infierno y la imagen de un Dios injusto han llevado a muchos al materialismo, hacia el frío destino de la nada en el que mañana todo se pierde y hoy todo vale.

El conocimiento de la astronomía despeja dudas, ese “cielo” indefinido no está arriba, pues no hay arriba ni abajo en este Universo infinito.Tampoco es material o, si lo es, la investigación aeroespacial está por descubrirlo. La puerta de entrada es también inmaterial tras la muerte, o como nos gusta decir a los espíritas, tras la desencarnación.

Hay sin embargo formas de vislumbrarlo, de entreverlo y comprenderlo gracias a la Ciencia y al Espiritismo. Las experiencias cercanas a la muerte traen para algunos la visión en primera persona. Pero son aquellos que ya se fueron los que pueden, a través de la mediumnidad, definirlo claramente y llevarnos a una visión más panorámica y amplia de la realidad espiritual: una visión racional, que vamos a encontrar en las obras espíritas de Allan Kardec. La concordancia de los testimonios a través de médiums desconocidos entre sí es fuente de reflexión para que nuestro raciocinio monte piezas y descubra si ese cuadro será o no será. Médiums de países y culturas diferentes, con grandes diferencias religiosas, con opiniones muy contrarias generalmente a los principios que se dicen por su intermedio, pero que transmiten, con una similitud extraordinaria, los grandes detalles de la vida futura, de la vida espiritual.

En el pasado la ignorancia humanizó a Dios, en el futuro la Ciencia lo divinizará. La realidad espiritual que nos envuelve descorre sus velos progresivamente y esa comprensión nos traerá la calma y la libertad del pájaro que aún enjaulado puede observar entre las oquedades de su prisión la verdadera vida que su alma ansía.

El cielo está en todas partes, es tan inconmensurable como el infinito, y el espíritu que se ha podido librar de los apegos de la materia y de la inferioridad moral recorre el espacio a la vertiginosa velocidad del pensamiento, teniendo como hogar y morada el Universo que ya puede observar en su esplendorosa esencia.

«Sentís, pero no veis el cielo del espíritu, el Espiritismo os lo enseñará y lo veréis. Pero veréis, no como los ojos materiales ven lo que sólo pueden alcanzar, veréis como la inteligencia ve lo que sabe penetrar». (Marietta)

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