Las manifestaciones de los Espíritus siempre han existido en la humanidad. Sin embargo, en el siglo XIX estas manifestaciones se acentuaron a tal punto que el célebre escritor Arthur Conan Doyle las consideró una «invasión intencional y organizada» del mundo físico por parte de un ejército espiritual.

En la segunda mitad del siglo XIX, hasta 1869, lo más destacado es la codificación del Espiritismo, que, bajo la excelsa dirección de Allan Kardec, contó con la colaboración de médiums abnegados. Al comienzo, las principales médiums colaboradoras de la codificación fueron las hermanas Caroline y Julie Baudin y la huérfana Ruth Japhet, que sacrificaron sus vidas personales para cumplir con esta tarea. Posteriormente, para realizar su trabajo, Allan Kardec recibió, además de los mensajes obtenidos por los médiums de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, comunicaciones de cerca de mil centros espíritas serios de varias partes del mundo.

Después de 1869, lo que más sobresalió fue la amplia difusión que el Espiritismo experimentó en los países de lengua española, sobre todo gracias al trabajo incomparable de José María Fernández Colavida, que, con ocasión del Primer Congreso Internacional Espiritista, realizado en Barcelona en 1888, fue aclamado como el «Kardec español».

El trabajo de difusión doctrinaria de Fernández Colavida abarcó mucho más que la traducción al español que realizó con fidelidad de las obras de Allan Kardec. Su propia vida fue la traducción de las enseñanzas del Espiritismo. Inspirados en su ejemplo, muchos médiums colaboraron con su trabajo.

Los discípulos  de  Jesús  son   reconocidos   por lo mucho que se aman: José María Fernández Colavida,  Amalia Domingo  Soler,  Miguel  Vives y Vives.

Entre otras iniciativas, la divulgación doctrinaria realizada por Fernández Colavida incluyó la publicación de varias obras espíritas, incluso mediúmnicas, como El infierno o la barquera del Júcar, recibida en 1870 en el Grupo Espiritista La Paz de Barcelona, que fue traducida al portugués por Guillon Ribeiro y editada por la Federación Espírita Brasileña en 1932. Además, entre 1869 y 1888, Fernández Colavida publicó y dirigió la Revista de Estudios Psicológicos, material doctrinario sobremanera importante, del que forman parte comunicaciones instructivas recibidas por médiums de España y de varios lugares del exterior, como Cuba, México, Perú, Puerto Rico y Uruguay.

Para facilitar la difusión del Espiritismo, Fernández Colavida donaba muchos de los ejemplares de los libros y del periódico que publicaba, o los vendía a precios muy bajos. Una de las innumerables beneficiarias de este trabajo abnegado fue Amalia Domingo Soler. Gracias a Fernández Colavida, que le obsequió las obras de Allan Kardec y la colección completa de la Revista de Estudios Psicológicos, Amalia pudo contar con material de estudio de la Doctrina Espírita. Instrumento de elevadas inspiraciones de la Espiritualidad, ella fue una de las principales colaboradoras de la Revista de Estudios Psicológicos, de otros periódicos espíritas de España y del extranjero, además de consagrada autora de libros espíritas y directora del periódico La Luz del Porvenir. Por su obra sublime, se la considera la gran dama divulgadora del Espiritismo.

Fernández Colavida también mantuvo una amistad fraterna con Miguel Vives y Vives, médium parlante, psicógrafo y curativo, fundador y presidente del Centro Espiritista Fraternidad Humana, de Tarrasa, además de autor de obras espíritas. Vives y Vives era uno de los colaboradores de la Revista de Estudios Psicológicos, en la que publicó mensajes mediúmnicos recibidos por su intermedio. En 1877, al contar en la Revista la visita realizada a Tarrasa en febrero, Fernández Colavida reconoció públicamente la excelencia del centro espírita dirigido por Miguel Vives y Vives y de su trabajo de divulgación del Espiritismo.

Fernández Colavida, Amalia Domingo Soler y Miguel Vives y Vives mantenían entre sí una relación de amor fraternal pura, en la que no había lugar para personalismos, rivalidades, susceptibilidades u otras actitudes inferiores. Por amor, trabajaron unidos en el bien, como verdaderos discípulos del Maestro Jesús.

Práctica mediúmnica y difusión doctrinaria: el caso de la señora Rose

El grupo espírita dirigido por Fernández Colavida en Barcelona realizaba una práctica mediúmnica ejemplar, según reconoció Allan Kardec al tratar el caso de la señora Rose en la Revue Spirite de mayo y junio de 1865.

La señora Rose padecía ataques espasmódicos muy violentos. A pesar de varios tratamientos médicos y de los exorcismos practicados, las crisis no cesaban. Cuando el sufrimiento de la señora Rose y su familia llevaba más de catorce años, Fernández Colavida tomó conocimiento del caso y se dispuso a ayudar. Comprobó que se trataba de una obsesión, es decir, de un dominio que un Espíritu inferior ejercía sobre esa señora. Con profundo sentimiento de caridad, Fernández Colavida pasó a tratar el caso en el grupo mediúmnico que dirigía. Dialogó pacientemente con el Espíritu obsesor, que al principio se manifestaba con mucha agresividad por un médium del grupo. Al cabo de dos meses de diálogos periódicos, el Espíritu desistió de hacerle mal a la señora Rose. Finalmente, aquella señora pudo dedicarse a su familia mientras el Espíritu se sintió en armonía.

La cura de la señora Rose pasaría en silencio, como también pasaron muchas otras en las que colaboró Fernández Colavida, ya que él siempre practicaba la caridad sin el mínimo deseo de ostentación. Pero, en 1865, el espiritista francés Alexandre Delanne visitó Barcelona y tomó conocimiento del caso. Muy bien impresionado por la labor de Fernández Colavida, Delanne refirió el asunto a Allan Kardec que, al dejar registrado en la Revue Spirite su reconocimiento público a Fernández Colavida y sus colaboradores, resaltó que son los grupos serios, como aquel de Barcelona, los que más contribuyen a la difusión del Espiritismo.

De hecho, el método más eficaz de divulgación es el ejemplo. Mientras las prácticas mediúmnicas ligeras se prestan a burlas y críticas, el ejercicio de la mediumnidad según las enseñanzas espíritas –y, por lo tanto, de acuerdo con la moral de Jesús− constituye un ejemplo de amor al prójimo, que es la base para la difusión del Espiritismo. 

La enseñanza moral es la principal consecuencia de todo fenómeno mediúmnico: la  experiencia de las sesiones de comprobación en Barcelona

Entre 1877 y 1880, se reunió en Madrid, bajo la dirección del Vizconde de Torres-Solanot, el Grupo Espiritista Marietta, en el que ocurría, entre otros fenómenos mediúmnicos, el aporte de flores producido por intermedio de Isabel Madre, conocida, por ello, como la «médium de las flores».

Profundo estudioso del Espiritismo, Fernández Colavida decidió investigar estos fenómenos. En agosto de 1878, empezó a realizar sesiones de comprobación con la ayuda de sonámbulos y médiums, entre los que se destacaba su dedicada esposa, Ana Campos. Reunía al Grupo Espiritista La Paz, que dirigía en Barcelona, los mismos días y en el mismo horario que las sesiones del Grupo Espiritista Marietta de Madrid. Terminadas las sesiones, cada uno de los grupos enviaba por correo al otro una copia de las actas. Las correspondencias se cruzaban en el camino y, al llegar a destino, se abrían en presencia de los participantes de las sesiones. La comprobación realizada en Barcelona era muy precisa y comprendía no solamente la descripción de los fenómenos producidos en Madrid, sino también la indicación de las personas que asistían a las sesiones en el Grupo Espiritista Marietta.

Entre otros fenómenos, el Grupo Espiritista Marietta y el Grupo Espiritista La Paz recibían comunicaciones mediúmnicas idénticas, transmitidas simultáneamente. Según explica el Espiritismo, las comunicaciones mediúmnicas simultáneas son posibles porque los Espíritus, pese a ser individualidades y no dividirse, pueden irradiar su pensamiento en varias direcciones.

Fernández Colavida reconocía la importancia de esas experiencias para el estudio científico del Espiritismo. No obstante, enfatizaba que la principal consecuencia de todo fenómeno mediúmnico es la enseñanza moral. La finalidad del Espiritismo −y, por lo tanto, de la práctica mediúmnica espírita− es el progreso espiritual. El conocimiento intelectual es fundamental para el progreso espiritual, pero se trata de una conquista horizontal que necesita el impulso de la moral para que se convierta en la gran vertical del proceso evolutivo.

Se reconoce al cristiano por sus obras

La gran mayoría de los médiums de la segunda mitad del siglo XIX que colaboraron con Allan Kardec y con José María Fernández Colavida permaneció en el anonimato o dejó pocos registros en la historia. Abnegados y humildes, se disminuyeron para que la Doctrina Espírita pudiera consolidarse y expandirse.

A pesar de la escasez de datos históricos, la preciosa obra que nos legaron −la codificación y la difusión internacional del Espiritismo− es más que suficiente para revelar el ejemplo cristiano de estos médiums.

Que el ejemplo de todos estos trabajadores espíritas nos inspire siempre para que nosotros, los herederos de este valioso legado, lo podamos multiplicar conservando su pureza, del mismo modo que lo hicieron los servidores fieles de la Parábola de los Talentos.


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