Un centro espírita no es un templo, aunque sus miembros lo respeten como tal. Tampoco es un lugar lú- gubre y oscuro en el que se invoca a los espíritus. Es, sen- cillamente, un local más o menos moderno e iluminado, generalmente alquilado por una asociación de personas que realizan allí el estudio de la enseñanza espírita, esa ciencia y filosofía con consecuencias morales que les une.
Hay personas que, cuando entran en contacto con las palabras “centro espírita”, piensan a continuación en un sitio misterioso, con fantasmas, y en donde se practica la brujería o la magia negra. No se imaginan que es un local donde la gente se reúne para estudiar y aprender la práctica del bien en el esfuerzo por hacerse mejor persona. Pocos saben que el Espiritismo es cristiano, pues basa su filosofía en el Evangelio de Jesús, considerando que para ser buen espiritista es imprescindible ser buen cristiano, o sea, aplicar, en su vida cotidiana, los ejemplos del Maestro, amando a todos indistintamente sin considerar su raza, color, religión o condición social.
Todos los centros espíritas serios, que trabajan a través del servicio al prójimo, desde los dos planos de la vida, encarnados y desencarnados, procurando auxiliar a sus componentes y a la comunidad en que sirven, comprenden la importancia cada vez mayor del intercambio espiritual entre las criaturas, y saben que no deben dispensar el recurso precioso que las reuniones mediúmnicas pueden ofrecer.
«No sólo de pan vive el hombre»
Mateo 4:4
Al final de esta revista salen impresos en letra clara y bonita, resultona si se quiere, la infinidad de centros federados que hay en España. Por las lecturas anteriores, o por las que detrás de mi artículo leerás, puedes hacerte una idea ligera de qué es lo que ahí dentro hacemos.
Hubo en Europa un tiempo de auge y decadencia comercial e industrial en el siglo XIX, tiempos difíciles que antecedieron a la Primera Guerra Mundial, donde el límite para el escepticismo y la incredulidad no tenía ni temía fronteras, expandiendo el retrógrado e intolerable problema de no querer saber y no dejar que los demás sepan las verdades espirituales.