Cualquier muerte física nos causa, en primer término, un sentimiento de vacío y duda, principalmente cuando tenemos una filosofía de vida materialista o sin ninguna creencia en el porvenir. Vivir el presente es una manera de liberarnos de las ansiedades de la vida futura y no tiene nada que ver con vivirlo sin responsabilidad, respeto o consciencia. El dicho ya decía: ‘Cosecharemos lo que plantemos’, y plantamos las acciones en el presente para cosechar en el futuro. Pero, ¿qué tiene que ver la muerte con la temporalidad de la vida?
El Espiritismo, a través de los mensajeros amigos del mundo invisible, ha refutado todas las filosofías materialistas o de “vuelta al todo”1, que propugnan que la vida se acaba en esta existencia. Tales pensamientos no han podido probar que todo lo que conocemos se ha agrupado por acaso o porque algunos privilegiados nacen perfectos y otros no tanto.
Ningún ser vivo, en este planeta, escapa a esta ley natural de progreso, de evolución, la ley de las reencarnaciones sucesivas, en estos momentos encarcelados en el cuerpo físico y privados de nuestra propia memoria evolutiva, que tiene como principal objetivo hacer que aprendamos con el presente. No existe ninguna medicina más efectiva que vivir el presente, pero necesitamos olvidar el pasado, o bien, dejarlo exactamente donde debería estar: en el pasado. Y no es una acción fácil para nosotros, espíritus en temprana edad para amar.
Todavía tenemos miedos, ansiedades, egos desequilibrados, envidia, celos, angustias. No sabemos afrontar esos sentimientos de manera racional, tampoco tenemos apoyo u orientación de familiares o de la sociedad para entenderlos y trabajarlos de manera consciente, de manera indulgente con nosotros mismos. De ahí la causa de la falsa esperanza de terminar con el dolor, olvidando completamente el presente y sus posibles acciones benéficas de progreso, para vivir el pasado. Ese pasado que nos aprisiona el alma, nos causa dolor físico, nos quita la fe, la vida desechable del consumismo, el escape inmediato a la drogadicción, la gratificación vulgar por las acciones materiales, la futilidad de la vida humana.
No es nada fácil entender el dolor como una oportunidad de evolución, principalmente cuando este dolor acecha tu alma cada día de tu vida, donde poco o nada se pueda hablar de él, y vivir este presente de la vida se torna tortura del pasado y desesperanza del futuro.
«Mejor lo dejo». Grave equivocación… de la sociedad, que nos da la espalda a la vida apoyando vivir el momento (muy diferente de vivir el presente) hasta morir…; de la familia «pues ya se le pasará, es una fase…»; de los amigos, «qué más da, ya que sólo se vive una vez…» de sí mismo «pues no tengo nada a perder…»
La vida, con su complejidad y perfección, vivida sin expectativas de futuro, por falta de perspectiva del presente, ciega a la observación consciente de todo a nuestro alrededor, deja de tener sentido y nos aleja de las leyes naturales, del respeto por la vida. Según la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos muere una persona por suicidio y se estima que hasta 2020 más de 1,5 millones de personas perderán sus vidas por esta misma causa.
¿Y cuáles son las causas del suicidio? Pregunta muy compleja para ser contestada por nosotros, simples mortales, estudiosos de la medicina del cuerpo, pero lejos de entender la magnitud de la medicina del alma. Porque los motivos son muchos e individuales, igual que nosotros, percibimos el dolor de maneras muy diferentes, sean inconscientes, silenciosos, enmascarados o planificados.
El Espiritismo trae consigo el mensaje de alerta y esperanza, igual que un médico que nos da el resultado de un examen y la medicina prescrita para la posible cura. En la vida presente, aunque no seamos conscientes del todo, no sabemos por qué tenemos pruebas tan duras, sean físicas, morales, dinerarias o psicológicas, pero no nos ausenta de la responsabilidad y, muchas veces, fue nuestra propia elección esta vida que tenemos. ¿Y cuando el hastío de la vida no tiene causas plausibles? Nos contestan los espíritus mentores de la codificación que es la consecuencia de la ociosidad y de la falta de fe.
Al igual que las causas, sus consecuencias tampoco son iguales, ya que nuestros planes de vida son únicos e individuales. Querer que el sufrimiento se acabe dependerá de cómo afrontemos esta vida presente, si la utilizamos para corregir nuestras faltas, ayudar al próximo, a perdonar y comprender que todo lo que hacemos hoy serán medicinas para el mañana. No existe ningún medicamento milagroso que no sea el amor y la fe. Sabemos que, sea de la manera que sea, las consecuencias de partir antes de la fecha prevista son dolorosas, pero no eternas. No existe el infierno que no sea creación de nuestras propias mentes y acciones; es la consecuencia de nuestros actos presentes.
Pero si la verdadera vida es después de la carne, ¿qué problema hay si dejamos el cuerpo físico cuando nos apetezca, siguiendo nuestro libre albedrío? Vale la reflexión. Según los espíritus superiores, el sacrificio de la propia vida sólo es meritorio cuando su objetivo es salvar la vida del prójimo o ser útil a los semejantes sin interés.
Existen consecuencias físicas que repercuten en nuestro cuerpo espiritual y en nuestro propio espíritu, ser inteligente de las experiencias, desde el dolor moral que dejará huellas profundas en los seres que dejaremos atrás, el dolor psicológico del no cumplimento de la prueba, un dolor físico causado por ese eslabón que une la carne al espíritu, en el momento de la descomposición de los órganos, la desorientación y la angustia, hasta el dolor profundo de la conciencia cansada de sufrir, que busca ayuda y la encuentra en las manos sabias de los seres queridos que oran y que aman, haciendo que su recuperación se reinicie para una nueva vida en la carne, dentro del ciclo de la vida eterna, de esta vida de evolución. Las consecuencias no fueron inventadas por nosotros, los espiritistas, son relatadas por decenas de seres humanos, como tú y como yo, que se han comunicado, en varios lugares del planeta, en varios ámbitos religiosos, contándonos la equivocación de romper este ciclo de aprendizaje de la encarnación.
¿No sería la vida en la carne parte de la vida eterna, ley perfecta de la evolución de las especies y del espíritu? ¿No fue nuestro libre albedrío el que eligió las pruebas de hoy o las consecuencias de la falta de él lo que nos llevó a tener que cumplirlas en el presente actual?
La ley de amor siempre está presente en todos los aspectos de la vida eterna. No existe sufrimiento que no se abrevie con el amor, no existe medicina más eficaz que el amor, no existe culpable, verdugo o víctima, tenemos todos el deber y el derecho de amar. Así que empecemos a amarnos a nosotros mismos, con defectos y virtudes, con o sin dinero, con o sin pareja o familia. Amémonos.Y no de forma egoísta, sino de manera indulgente y en búsqueda de esta perfección eterna que solamente alcanzaremos con nuestro propio esfuerzo.
Si te sientes triste, angustiado y sin ganas de vivir, busca a tu médico, o a un amigo en quien confíes, o a un especialista que pueda acogerte sin prejuicio, sea o no religioso. No dejes que este dolor te frene la vida, tu presente y tu maravilloso futuro. Aprender a vivir el presente es regalo de la vida eterna, causa de muchos aciertos y lleno de consecuencias felices. ¿Dejarás que te amemos hoy?
1 Volver al todo, al Universo, perdiendo la individualidad y las experiencias vividas por el espíritu. Es el mal entendimiento de la individualidad del espíritu y de las experiencias del principio inteligente, el alma-grupo, que experimenta la “vuelta” al todo, pero acción que desaparece después de la transición de alma-grupo a espíritu.
Bibliografía
KARDEC, A. El Libro de los Espíritus [En línea: www.espiritismo.es]
PEREIRA,Y. Memorias de un Suicida
XAVIER, F.C. Nuestro Hogar