Los sentimientos y las emociones pueden definirse como estados vibratorios del ser que determinan la salud y armonía de nuestro periespíritu. Ambos, emociones y sentimientos, como estados vibratorios, alcanzan al Espíritu a través del periespíritu, que registrando y transmitiendo, le llena de experiencias necesarias para su evolución.

El periespíritu es la sede de la memoria extra-cerebral y almacén de toda la información que a su vez  se transmite al Espíritu, especialmente cuando existe una carga emocional asociada. Experimentos recientes relacionan la capacidad de memorizar con las emociones, lo que implica la estrecha relación que existe entre memoria, periespíritu y emociones.

El periespíritu, cuerpo semimaterial que une el Espíritu y el cuerpo físico, es todo energía y refleja fielmente el estado vibratorio promovido por nuestras emociones, sentimientos y pensamientos. La Génesis nos explica que el Espíritu, a través de „...su envoltura periespiritual, que es parte constitutiva de su ser y que recibe en forma directa y permanente la impresión de sus pensamientos, debe llevar en ella, en mayor medida aún, sus cualidades buenas o malas“ (1). De esta forma tenemos que el periespíritu es el reflejo fiel de nuestra moralidad, de nuestra forma de pensar, de nuestras emociones y sentimientos y „...no cambiará, hasta tanto el espíritu no se modifique“ (1).

Son tan importantes las emociones para el periespíritu que una de sus partes, el cuerpo espiritual, también es llamado cuerpo emocional. Estudiando el periespíritu es importante considerar que en la literatura de Chico Xavier, libros como Nuestro Hogar,  Liberación,  Evolución  en  dos  mundos,  Acción  y Reacción, etc., la palabra periespíritu es utilizada refiriéndose únicamente a una parte del mismo, al cuerpo espiritual, referido también como psicosoma, diferenciándose de la definición que estudiamos en la Codificación, que engloba todos los cuerpos sutiles que rodean al Espíritu.

El periespíritu, compuesto del Fluido Cósmico Universal condensado, es afectado tanto por los fluidos que generamos como los que asimilamos del medioambiente por sintonía. Se clasifican los fluidos en función de su capacidad de armonizarnos o desarmonizarnos. Las emociones estresantes por su capacidad de movilizar energías y recursos desarmonizan temporalmente el organismo físico y periespiritual. Los sentimientos de paz y armonía por el contrario nos acercan al equilibrio y a la salud, teniendo en cuenta que: “Prácticamente todas las molestias tienen sus raíces en el periespíritu“ (3).

Las emociones junto a los pensamientos y sentimientos establecen el tenor vibratorio del periespíritu. De todas las emociones y sentimientos, el verdadero Amor es el que tiene la energía más elevada y con mayores propiedades de armonía y equilibrio porque nos acerca más a la esencia del Creador.

El miedo, cuando es objetivo ante un peligro real, es bueno y necesario para la supervivencia. Pero cuando el miedo es subjetivo e irreal, crea tensiones innecesarias por largo tiempo que debilitan y afectan al periespíritu debilitando su energía y dando origen a emociones negativas comprometiendo su salud biopsicofisiológica. El miedo sustenta la inseguridad material, que alienta el egoísmo, que nos lleva al consumismo como medio de compensación de nuestra carencia de paz y equilibrio, y la inseguridad mental que alienta el orgullo, como medida de protección del Ego frente a los peligros que presupone en el mundo y en los demás. Egoísmo y orgullo son el origen de todas las pasiones y desequilibrios y se activan conjuntamente con los instintos de supervivencia y conservación. La Génesis nos dice: “Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación“ (2). Comprendiendo esto, podemos ver a las emociones como resortes inconscientes que conforman el lenguaje que utilizan los instintos, las pasiones y el Ego, para manejarnos inconscientemente, incluyendo nuestro organismo físico, hacia la consecución de sus objetivos. Las emociones, bajo el comando de los instintos, son una reacción subjetiva que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos), influenciados por la experiencia, formando parte del mecanismo interno que nos permite adaptar nuestro organismo al entorno que nos rodea. Dicho mecanismo fácilmente es utilizado consecuentemente por nuestro Ego para dar satisfacción a nuestras pasiones. Los sentimientos, por el contrario, podemos verlos como mecanismos que nos conmueven interiormente alcanzando más directamente al Espíritu, que consciente de ello, decidirá o no reaccionar más en base a su voluntad que condicionado por sus necesidades fisiológicas inmediatas.

El remordimiento afecta a los centros de fuerza relacionados con el sentimiento de culpa que lo originó ralentizando sus funciones, causando su hipotensión o adinamia, cumpliéndose la máxima de que “cada uno es castigado por donde pecó“ (3). El libro El  alma de la materia nos habla del remordimiento como causa de adinamia, en los centros de fuerza, que es la “hipotensión en el movimiento circulatorio de las fuerzas que mantienen el cuerpo espiritual; resulta del remordimiento“ (4).

 Sentimientos depresivos demuestran carencia de autoamor y ocultan sutilmente el orgullo negativo que daña los tejidos sutiles del periespíritu directamente en las raíces de nuestra fuerza vital, relacionadas con el centro de fuerza esplénico, que “…está situado en el bazo, regulando la distribución y la circulación adecuada de los recursos vitales por todos los rincones del vehículo que nos servimos.” (5), habilitando el robo de energías por entidades obsesoras ávidas de recursos vitales.

 El odio y el rencor desarmonizan gravemente el periespíritu al ser sentimientos contrarios al amor, endureciendo el corazón y afectando al centro de fuerza cardíaco “responsable de la emoción y del equilibrio“ (6). Edgar Armond explica sobre este centro que “una disfunción o vaciamiento del centro de fuerza esplénico, resulta siempre en pérdida de fuerzas, enflaquecimiento progresivo, depresión psíquica”. (7)

El amor es la mejor terapia armonizadora que está al alcance de todos nosotros. El estudio sustentando la Fe Razonada nos permitirá ir eliminando nuestro miedo. La reforma moral nos ayudará a comprender como superar el sentimiento de culpa alejándonos de todo remordimiento. La vigilancia y disciplina moral nos alertará del peligro que supone sobreexcitar nuestra imaginación. La imaginación sobreexcitada crea formas pensamiento que son un lastre para nuestro periespíritu que genera hipertensión o hiperdinamia (4) en los centros de fuerza con graves consecuencias emocionales y para la salud como son la ansiedad, nerviosismo, insatisfacción y por tanto infelicidad. La dedicación de nuestro amor hacia los demás nos permitirá disminuir el foco de atención de la mente hacia uno mismo, debilitando nuestro Ego, liberándonos poco a poco de su yugo, permitiéndonos el despegue de nuestra espiritualidad interior, cada vez más desvinculados de las preocupaciones materiales de camino hacia la autorrealización.


Referencias:

La Génesis cap. XIV ítem 18, Allan Kardec.

La Génesis cap. III ítem 10, Allan Kardec.

El Libro de los Espíritus preg. 973, Allan Kardec.

El alma de la materia p.45, Marlene Nobre comentando Evolución en Dos Mundos, 2ª parte, p. 30.

XAVIER, Francisco Cándido. Entre la Tierra y el Cielo, cap. 20. Pág. 127.

El alma de la materia p.43, Marlene Nobre.

Desenvolvimiento mediúmnico, cap. III, pág. 59, Edgard Armond.

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