Carmina era una muchachita muy especial. Era muy cariñosa, responsable, estudiosa, colaboradora y respetuosa con sus padres.

Sus padres, Marcos y Leticia, habían notado algunos cambios en el comportamiento de Carmina. Ella se enfadaba con mucha facilidad, discutía con el hermano pequeño constantemente y ya no hablaba con sus padres del instituto, sus dificultades y logros.

Marcos pensaba que Carmina estaba comportándose de aquel modo por causa de la edad: - “Ella está entrando en la adolescencia”.- solía decirse.

Leticia, la madre, comprendía que la adolescencia es una etapa realmente difícil, una etapa de transición en la vida del espíritu encarnado. Es cuando el espíritu que habita el cuerpo muestra sus verdaderas características, adquiridas en vidas pasadas y sumadas a las conquistas de esta encarnación. Además de eso, el cambio de la infancia para la fase adulta trae grandes conflictos al adolescente. Pero, conociendo a la hija creía que Carmina podía estar enfrentando algunas otras dificultades.

En una conversación sincera, conquistó de nuevo la confianza de la muchacha con la intención de que ella compartiera sus problemas y así poder ayudarla.

Carmina emocionada, le contó que estaba pasando por momentos difíciles en el instituto y con los amigos. Ella se sentía fuera de lugar en la pandilla. La mayoría de los amigos estaban muy preocupadas por lucir la ropa de moda, escuchar alguna música que a ella no le gustaba, salir con chicos y preocupándose de cosas que para ella no tenían ningún interés. Por eso, muchas veces era dejada de lado por las amigas.

La madre se quedó muy preocupada con la situación, aunque aliviada al mismo tiempo al comprender que la educación que el padre y ella habían dado a Carmina había arraigado y el espíritu de Carmina era bastante evolucionado y aunque le gustaban las cosas propias de su edad no se envolvía en cuestiones inútiles y sin propósito.

Marcos, ya sabiendo de la situación, ayudó a Leticia a explicar a Carmina que lo que ella estaba sintiendo era una reacción natural al rechazo. Pero no necesitaba preocuparse tanto, pues como ella había muchos adolescentes que tenían los mismos pensamientos e intereses.

Al igual que los espíritus se unen por vibraciones semejantes, los amigos también se juntan por semejanzas en la forma de hacer y de pensar.

Así la motivaron para permanecer firme en sus ideales y, principalmente, a no ceder a las presiones del grupo haciendo algo que su conciencia consideraba errado.

Carmina se sintió muy aliviada después de la conversación con sus padres y en poco tiempo volvió a ser la de antes.

Poco tiempo después ella ya tenía una nueva pandilla más sólida, más sincera. Algunas de sus antiguas amigas quisieron hacer parte del nuevo grupo, ya que el ejemplo de Carmina les hizo comprender que el verdadero valor de la amistad no se mide por la cuenta bancaria, por la ropa o por la moda. La verdadera amistad ha de ser siempre sustentada por el interés sincero, la comprensión y el auxilio mutuo.


Autor: Luis Roberto Scholl

Extraído de la página Web: www.searadomestre.com.br

Traducción y adaptación al español: Valle García

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