En la Introducción del Evangelio según el Espiritismo, encontramos unas palabras del Maestro de Lyon que nos indican el objeto principal de esta magnífica obra, y que vienen a señalar la importancia de este código Divino y la necesidad, para comprender su verdadera dimensión, de iluminar algunos puntos que no quedaron del todo claros, que aún permanecen oscuros.
El Maestro de Lyon nos presenta el Evangelio con estas palabras y nos desvela el propósito de la misma: “Para los hombres, en particular, es una regla de conducta que abraza todas las circunstancias de la vida pública o privada, el principio de todas las relaciones sociales fundadas en la más rigurosa justicia; en fin, y sobre todo es el camino infalible de la felicidad verdadera, la parte que nos descorre el velo que cubre la vida futura. Esta parte es el objeto exclusivo de la presente obra.”
El Maestro Kardec delante de esta Obra de gran envergadura y apelando al buen sentido, se niega a abordar esta temática presentado un tratado más de moral evangélica que nada podría aportar de novedoso al lector, puesto que la dificultad para entender las máximas de Jesús, lo ininteligible de muchos de los hechos que se presentan, el misticismo del lenguaje, unido al uso constante de las formas alegóricas, seguirían siendo un obstáculo para la verdadera comprensión y asimilación del mismo, como lo fueron durante los siglos anteriores. Y es así como, inspirado por la espiritualidad superior, se propone reunir aquellas enseñanzas, aquellas máximas que constituyen un verdadero código moral universal, independientemente de las creencias particulares, devolviéndolas su verdadero sentido, despojándolas de misticismos y respetando siempre su sencillez primitiva.
Además, Kardec nos explica magníficamente en esta introducción el orden que se ha seguido para la distribución de los capítulos, orden este que nada tiene que ver con el cronológico, sino que apela a la naturaleza misma de las máximas, de manera que tengan una secuencia que relacione las unas con las otras, mejorando con ello nuestra comprensión.
A este respecto, descubriremos conforme avancemos en el estudio de la Obra, que cada capítulo se eslabona de manera sublime con el siguiente en una ruta ascendente a lo largo y ancho del libro, descubriendo para nuestro deleite una hermosa vereda de crecimiento espiritual extraordinariamente dibujada por los Espíritus que definieron la tarea del Maestro Kardec. Y todo ello apoyado y enriquecido con la contribución de las comunicaciones recibidas mediumnicamente y que aparecen como “Instrucciones de los Espíritus”, una vez presentado el tema a ser abordado ofreciéndonos una dimensión inestimable y novedosa del punto a reflexionar.
En palabras de Kardec: “Si así no hubiésemos procedido, nuestro trabajo que hubiera sido material, hubiese tenido sólo una utilidad secundaria; lo esencial era ponerlo al alcance de todos por la explicación de los puntos obscuros y el desarrollo de todas las consecuencias, con el fin de que fuera aplicable a las diferentes posiciones de la vida. Esto es lo que hemos intentado con la ayuda de los buenos espíritus que nos asisten.”
Podemos comprender así la magnitud de la tarea emprendida por Allan Kardec y los Espíritus Superiores y que hoy tenemos en nuestras manos.